VIAJE A TARAZONA Y BURETA
La visita a la antigua TURIASO, hoy TARAZONA, introducidos en ella por Doña Noelia del Río, nos produjo un “baño” de inmersión total en la historia, el arte y la geografía apoyándose, en ocasiones, de imágenes fotográficas para que, al visualizarlas, comprendiésemos mejor cómo eran, antes de ser restauradas, fachadas y dependencias de edificios que, uno tras otro, íbamos a explorar.
Parada ante la fachada del magnífico Ayuntamiento, restaurado para tal fin, puesto que había sido lonja, enfrente del cual, rompiendo con la expresión artística del mismo, se ha situado una escultura moderna del Cipotegato, tan importante, en nuestros días, para los turiasonenses, algo que no ocurría hace algunos años.
Caminando por el barrio medieval, subiendo por las estrechas callejuelas del barrio judío, llegamos al Palacio Episcopal, deteniéndonos antes de entrar, para contemplar la fachada y la vista panorámica existente a su vera, penetrando a continuación en él y, tras estacionarnos unos minutos ante el claustro, subimos por una magnífica escalera hasta llegar al salón de los retratos de todos los obispos desde San Pedro hasta la actualidad que, como es lógico y al igual que lo hizo con otros, el autor tuvo de inventar su faz.
Una vez terminado el recorrido programado por la ciudad, nos dirigimos a la Catedral donde ya nos estaba esperando Doña Ana Ventura que tenía la misión de sumergirnos en su magnificencia.
Imposible detallar, concienzudamente –para quien esto escribe- la asistencia a la reciente y pormenorizada recuperación –que prosigue- de la epatante Catedral dedicada a Santa María de la Huerta, aunque, primitivamente, Alfonso I El Batallador cuando conquistó la ciudad la denominó Santa María de la Hidria. Suntuosa, grandiosa, rebosante de diferentes manifestaciones artísticas y, por destacar algo reseñaremos su airosa torre gótico-mudéjar-manierista, el triforio, único en Aragón, las celosías en alabastro estampado y policromado, además de los diferentes estilos pictóricos que la adornan.
A escasos 20 minutos, en coche, se encuentra la Casa Palacio de los Condes de Bureta, en cuya plaza ya estaba pendiente de nuestra llegada, el Excelentísimo Señor Don Mariano de los Dolores López-Fernández de Heredia e Izquierdo. Decimotercero Conde, así como su encantadora madre la actual Condesa Viuda de Bureta, Doña Carmen Izquierdo Pérez, que saludó personalmente a cada uno de los componentes del grupo. Era la hora de reponer fuerzas, así que, sin demora nos dirigimos al restaurante que allí mismo se encuentra, para degustar la estupenda comida y la no menos importante y amistosa tertulia con los compañeros, tras la cual, en pequeños grupos, nos dispusimos a visitar, acompañados del Conde y de la Excelentísima Señora Condesa Viuda Doña María del Carmen Izquierdo Pérez, la ya citada Casa Palacio en la que Doña María Consolación Azlor Villavicencio, Condesa de Bureta, Heroína de Los Sitios de Zaragoza, en el primer sitio francés de 1808, residió habitualmente y en la que se conservan sus pertenencias privadas y domésticas, recuerdos … Existe, colgado en la pared de una de las estancias, un extensísimo cuadro genealógico que no extraña sea de tales dimensiones, ya que es sabido su entronque, desde hace siglos, con la totalidad de la nobleza.
Valiosísimos y antiquísimos documentos, cuadros de afamados pintores de la época y anteriores a ella, adornos, muebles fabricados con las maderas más nobles, un violín de 1745, un archivo completo de un pleito con los duques de Gandía que duró algo más de 30 años, joyas, archivos con documentos y cartas inéditos, todo ello cuidado y restaurado con sumo mimo por el actual Conde que acomete tan ingente empresa exclusivamente con su patrimonio y el de su señora madre.
Resumiendo, impresionante la Casa Palacio, en toda la extensión de este calificativo y, especialmente, la dedicación y entrega del actual Conde para conservar y dar a conocer su valioso legado del que conoce, cada fecha, rincón, materiales, historia y un largo etcétera de su patrimonio del que, con una cercanía digna de encomio, nos hizo partícipes.
Aurora Alamán Guallart